A inicios del gobierno del Presidente García le sugerí, entre otras cosas, que nombrara a nuestro ilustre escritor arequipeño, Mario Vargas Llosa, Embajador Plenipotenciario Cultural del Perú en todo el mundo. Pero no se dio. Este hubiera sido el mejor Premio Nobel anticipado, para Mario. Un Nobel virtual de reconocimiento de nuestro país para el tantas “n” veces honrado doctor honoris causa, y galardonado otras tantas “n” veces por sus tantas “n” cualidades intelectuales y dotes personales. Ahora lucirá en su noble pecho, sobre su corazón peruano, la hermosa medalla de oro con el alto relieve de Albert Nobel. Nunca un solo hombre peruano ha hecho tanto bien a tantos peruanos y a todo el Perú. Ahora los nombres de Mario, del Perú y de Arequipa resuenan en todo el mundo. Vargas Llosa se ha ganado y con creces el máximo galardón de la intelectualidad literaria mundial, sin tapujos, ni nadie se atreve a cuestionar su premiación, como en otros premios Nobel suele haber. Se le ha concedido, textualmente, “por su cartografía de las estructuras del poder y sus imágenes mordaces de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo”. Nada más feliz que esta enunciación de la academia que se concentra increíblemente en una sola obra, casi primigenia, “La ciudad y los perros”, donde cada uno de sus personajes y situaciones pintan con toda claridad y evidencia la contundencia de las razones de los académicos para haberle concedido el prestigioso premio, tan ansiado por lo más graneado de los literatos del mundo de las letras. Me congratulo yo mismo como peruano, y de la blanca ciudad, como él, también; por estar pisándole los talones como escritor, no en la novela y el teatro en que él es genial, sino en la poesía. No soy su amigo formal, aunque alguna vez nos dimos la mano en un fugaz saludo, saliendo de los estudios de Panamericana televisión, en que le expresé mi admiración. Ahora él dice con real felicidad “Soy Perú”, y realmente vale un rico y hermoso Perú, pero, yo creo que ahora Mario es “del mundo”, ¿no es verdad?, su frase tan usual. ¡Viva el Perú, barajo!, como decía mi padre. FERNANDO A. RIVERA LAZO. El editor